jueves, 23 de octubre de 2008

RADIOGRAFÍA DE UNA PRESENTACIÓN


Hacer un viaje hacia el interior del universo de cualquier creador, constituye una singular aventura donde nos topamos con una serie de situaciones y sentimientos que buscan equilibrar la balanza de todo aquello que percibimos; aquello que hemos pasado por alto por ser algo cotidiano, muy sencillo, pero que realmente a todos nos toca.
Alejo García estuvo en Barranquilla. Llegó cargado de emociones, llegó con el alma descalza. Sin ninguna pose, con su guitarra y su armónica, con las letras de sus canciones y acompañado por su padre. Alejo García estuvo en Labrapalabra, en las entrañas del viejo Edificio de la Aduana en la Vía 40, en este cálido auditorio que mes a mes alberga los sueños más disímiles. Aquí estuvo Alejo García y fue una experiencia gratificante para el público asistente en esa noche de jueves. De eso se trata este estrecho viaje de ser artista, de mostrarse como uno es, con los asombros que nos regala el diario trasegar por esta realidad abrumadora, que no para, que no cesa de lanzarnos golpes directos al rostro. Porque ser artista nos empuja a convivir con las satisfacciones que nos brinda la gente en un auditorio; así no haya sido una plaza a reventar como en los míticos conciertos de rock de bandas como Queen, Metálica y Gunners para poner simples ejemplos. Estoy seguro que para Alejo García algo positivo surgió en esta nueva travesía.
Éste, su reciente disco, Con el alma descalza, el cual contiene 13 canciones (12 compuestas por él), es una sumatoria del devenir de tantos colombianos arrastrados por esta cruda y vergonzosa realidad. Un disco de propuestas y sugerencias encaminadas para toparnos cara a cara con el abandono, pero también es una prueba de vida latente y no una fórmula o tendencia para atrapar un mercado. Es un escape de tanta información que rueda sin control por estos días. Este trabajo nos devuelve hacia el camino de poder festejar nuestro breve paso por la tierra.
Esta presentación de Alejo García ratifica que en lo elemental, pero bien trabajado, también existe un hondo sentido de pertenencia hacia lo nuestro, sin caer en la burlesca situación de la gran denominada fusión. Este trabajo no cae en la supuesta experimentación con ritmos y sonidos para hacer atrayente o comercial la música. Este trabajo de este joven artista colombiano está aferrado a los actos simples de un hombre común y corriente, un hombre que carga sus tristezas, pero de igual manera reparte a diestra y siniestra la felicidad por lo que hace, cruzando fronteras para llenarnos las manos con un puñado de canciones y melodías que nos obligan a recordar situaciones (o a otros cantantes) como sucedió en el momento en que él interpretó con su guitarra y su armónica la canción Yo pruebo la vida, a muchos de los allí presentes nos transportó hacia una vieja melodía de Billie Joel, El hombre del piano. De esto se trata este viaje, de poder rescatar momentos sutiles y no renunciar al hecho de sentirnos vivos en medio de tanto descontrol.
Gracias Alejo, por tu aporte de canciones que plasman lo sencillo y lo que no tiene límites de tiempo. Gracias por las sensaciones cotidianas y trascendentes, por este nudo de palabras comunes que cobran con mucha facilidad vigencia y eficacia a través de tu música que decanta la nostalgia por un ayer no muy lejano y un futuro más beneplácito; pero sobretodo, un hoy untado de humildad y profesionalismo que nos brinda un diferente respiro en este largo y estrecho camino donde unas son de cal y otras son de sueños, poesía y canciones. Gracias por hacer de este grato espacio tu nueva casa. Las puertas estarán siempre abiertas para darle la bienvenida a tus anhelos y remembranzas, hasta pronto…

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