sábado, 18 de octubre de 2008

UNA PUERTA DE FUGA


Charlie Parker ingresó al exclusivo panteón de las leyendas del jazz un sábado 12 de marzo de 1955. Aún después de su penosa muerte, este gran músico negro nacido en Kansas city el 29 de agosto de 1920, continúa siendo objeto de todo tipo de homenajes que lo consagran y lo consumen hasta más no poder.
La música de Parker, a pesar del paso del tiempo, continúa intacta, con la vitalidad impetuosa de un caballo desbocado sobre una amplia pradera tapizada de hierba verde. Nada puede delimitar el encanto y la influencia de su música y esto se debe a que su obra es un instrumento vivo para sentir la vida desde otra orilla, para observar la magia elemental de lo cotidiano que ocurre frente a nuestros ojos. Sus melodías ejercen la función de palpar poco a poco los altibajos del mundo. La música de Parker cambió para siempre el lenguaje del jazz, pero ha sido también la piedra angular de la verdadera belleza que trata de derrocar, por cualquier motivo, el espíritu mercantilista que se propaga en los nuevos mercados musicales.
Parker a pesar de la precariedad de su vida, logró triunfar con su propuesta estética y revolucionaria en medio de una situación social convulsionada por el influjo de la depresión norteamericana, lo cual tal vez provocó en él, esa ruta particular hacia lo marginal y hacia un desmesurado egocentrismo donde se hacía latente su distanciamiento con las responsabilidades. Parker fue empujado a una carrera veloz y ciega cuya meta estaba rebasada por el alcohol, las drogas y el sexo. Pero su legado ha sido una fuerte influencia sobre otros músicos virtuosos como Julian ´Cannonball´ Alderly, Lou Donalson y Ernie James por citar algunos. La obra de Parker logró suplir en definitiva el aura creciente de un genio destrozado. Fue evidente que, el sonido palpable de su saxo alto le brindó un piso y una estructura inconfundible al sonido Be Bob durante la década de los 40.
Aún en vida, este magnífico músico fue venerado por un amplio grupo de fervientes admiradores. Su inmenso legado musical se halla siempre de vuelta al ruedo. Es algo que busca afanosamente las ganas de crecer y rescatar la tradición del jazz en sus manifestaciones más puras. La metamorfosis de Parker en su vida privada nunca pudo eclipsar su magia como músico. Detrás de la gran estela de chico malo y desadaptado, existe un caudal rítmico muy interesante e influyente en el espectro de este género musical. A partir de este punto su música se desenvuelve en registrar el encuentro latente con una belleza maquillada con el privilegio de lo estético que siempre se ha albergado en las melodías de Parker.
Quienes alguna vez, hayan tenido el privilegio de escuchar el saxo vital de Charlie “Bird” Parker, saben de antemano, que han sido privilegiados con el perdurable efecto de una música que trasciende fronteras. Parker está vivo. Su saxo inquieto continúa arropando cielos mejores. Su música logra transmitir la esencia de lo terrenal, nos brinda una puerta de fuga en un mundo estrecho y egoísta. La obra musical de Parker no genera ninguna limitación; él, interpretó el jazz con su saxo de una manera solvente, con increíble facilidad, bajo el sello de un estilo impecable que otorgó a el jazz una nueva dimensión en términos de calidez, hasta el punto de lograr capturar una solemnidad sonora muy íntima y con una fuerte influencia de su inefable personalidad.

Para siempre quedará grabada la imagen de Parker en el amplio paisaje de la música jazz. Él, allí sólo contra el mundo, de pie, con las piernas separadas y con el saxo embutido en su alma, sus brazos pegados al torso para tomar fuerza en su vuelo, el rostro adormitado por el alcohol y las drogas, por la esencia de una música que no conoce fronteras. Allí estará siempre Parker con los ojos cerrados, buscándose en medio de sus propias melodías, con un dominio absoluto de su instrumento, orgulloso de brindarle al jazz ese amplio espectro de magia indefinida.
Esto demuestra que cuando uno escucha a Charlie Parker por primera vez, está destinado a volar con su swing sublime, porque él sintió ésta música como vía de escape a todas las miserias mundanas que había soportado a lo largo de sus 34 años de edad, de los cuales, únicamente nueve fueron dedicados a la profunda labor de hacer escupir a su saxo alto, nuevos acentos rítmicos, mayor cromatismo en las melodías y una expansión armónica que eclipsaba su fase de deterioro físico. Parker condensó su vida al ejercicio pleno del jazz, fue un hombre complejo y contradictorio, ausente de sí mismo, marcado por la incomprensión y el rechazo, pero de una majestuosidad en su música que aún continúa brindándonos a todos una amplia puerta de fuga.

No hay comentarios: