domingo, 19 de octubre de 2008

BACKGROUNDS FOR A GOOD DREAM


El 23 de Julio de 1984 es una fecha que nunca podré olvidar, incluso después de muerto. Los primeros 5 años de la década de los ochentas marcaron para toda mi vida la manera de enfrentar al mundo.
Un viejo amigo de la familia, quien era marino, me brindó en esa fecha un par de armas tan eficaces como siempre han sido la literatura y la música. Aquel personaje sin proponérselo me mostró otra vuelta de tuerca. Aquel marino me obsequió un libro y un acetato, los cuales me arrojaron una inmensa puerta de fuga mientras que a mi alrededor, los pelaos de mi edad ya comenzaban a corretear chicas con faldas cortas y atributos prominentes. Recuerdo muy bien la carátula del disco de Miles Davis (el nombre exacto del trabajo es Kind of blue) y el título del libro de Jerome David Salinger: El ladrón en el centeno. Aquellas melodías y las líneas sangrantes y rabiosas del relato me señalaron el lado bajo del camino.
Mi madre quería que yo fuera médico, mi hermano mayor que fuera futbolista, mi padre quería que yo fuera yo a pesar de tantos inconvenientes; él sabía que este mundo era la guarida perfecta para los lobos que se disfrazan de buenos hombres. Aprendí de memoria la lección, en muchas ocasiones he pasado inadvertido frente a los demás, gracias a este sucio disfraz de ser humano que siempre cargo conmigo. Escribir es mi oficio. Nunca he pensado en convertirme en un tipo famoso a través de lo que escribo. Hay un momento en la vida en que uno vislumbra aquello que no quiere llegar a ser y yo opté por voluntad propia cargar esta cruz. Me agradezco a mí mismo tener el coraje suficiente para andar por esta estrecha senda. Soy de los que ha llorado a todo pulmón cuando me ha tocado llorar. Cuando me ha tocado ganar lo he disfrutado con modestia. Tengo un par de hijos y un puñado de amigos que secundan mis malabares por la vida. He ido por ahí, realizando trampas, acomodándome a los amores pasajeros y a los buses atestados en las horas pico. Vivo en el mismo lugar donde nací y así como mi madre me ha visto crecer a cuenta gotas, yo la he visto envejecer con paciencia y sabiduría. Tengo una comunión muy extraña con Dios, con mi madre y con mis hijos.
En este libro hay fragmentos inconclusos de mi sueño. Pero también hay una celebración de poder continuar en pie sobre el suelo del ring. Nunca tuve bicicleta, ni mascota, ni atari. Todo en mí siempre ha girado en torno al cine, el jazz, el rock, las esquinas, el fútbol, los amigos del barrio, la literatura y los amores que se fueron sin brindar un adiós. Todavía no tengo celular, ni computador, ni asesor de imagen; pero aún me gusta ver caer la lluvia sobre los tejados, los automotores decorando las avenidas y la gente que se aferra a sus sueños con uñas y dientes.
Nunca me he preocupado por lo que va a ocurrir mañana. Vivo el día de hoy como si fuese el último de mi vida. Mi hijo Daniel Esteban me ha enseñado a disfrutar del silencio de una buena forma. Mi hijo William Arturo me ha enseñado a gozarme el tráfago del mundo. La vejez de mi madre me ha enseñado a paladear el sabor de la tristeza de una forma paciente. Soy el tipo extraño que oculta una banda de niños en una esquina de su maltrecho corazón. El mundo sigue. La vida no tiene stop. En cada hora hay que estar reinventando las cosas que ocurren a nuestro alrededor. Creo que mi fortaleza está en interpretar las señales de un mundo cotidiano. Pero debo decirlo en voz alta: no soy original. Soy un hijo digno de la postmodernidad.
La búsqueda de un estilo sigue en pie. Estos poemas muestran un horizonte inmerso en sitios comunes; pero están amarrados a un rasgo muy narrativo, sin dejar de lado lo poético, lo cómico, lo teatral que la literatura actual exige. Son textos con una honestidad desgarrada, un lenguaje sencillo y una fortaleza de ecos que luchan por rescatar nuestra naturaleza humana.
Puntos Cardinales es una radiografía elemental de cómo rueda la vida desde la otra orilla de la realidad, aunque bajo un panorama lleno de exabruptos, frenesí, arrepentimiento, vitalidad y placeres domésticos como compartir una taza de café. Hay en él, una demarcación casi obsesiva con algunos íconos y situaciones que demuestran que el mundo rueda sujeto al exhibicionismo y al sensacionalismo como una propuesta latente dentro de una especie de neo-cultura hibrida que está familiarizada con la falta de fe en sentimientos como el amor y fortalecida para poder cuidar a la soledad como si ésta fuera un valioso tesoro.
Este libro es de fácil lectura, pues atrapa por la forma de nombrar ciertas situaciones a través de un lenguaje cotidiano, pero con rasgos poéticos inscritos en lo trasgresor y comunicativo, una balanza que demuestra que hay una clara intensión hacia lo estético a pesar de esa afanosa demostración de rabia, impotencia y desidia, tal vez, porque he sido fiel a un dinámico lenguaje proveniente de una casta de escritores que han sacado provecho al máximo de esta realidad que avanza tambaleante a través de un mundo cruel y egoísta. Puntos Cardinales es un libro marcado por un tono nostálgico que inventa a la ciudad y a sus personajes desde una soledad que no tiene orillas, una soledad que señala que a todos nos ocurre el mundo de diferentes maneras.
Aún regreso a las melodías de Miles Davis y a las frases del libro de Salinger. Aún tengo ganas de levantarme en una mañana de domingo para ir a jugar un partido de fútbol por el simple orgullo de portar una camiseta. Aún existen chicas con faldas cortas y atributos prominentes paseándose de un lado para otro por las calles y esquinas del barrio. Aún faltan muchos peldaños para subir en esta larga escalera al cielo. Mientras tanto, yo sigo de pie sobre el tinglado, con los guantes puestos, a la espera de cualquier nuevo reto…


San Isidro, mayo 31 de 2.008

No hay comentarios: